Debe ser porque hace más diez años éramos marginales,
escondidos en un bar escribiendo una publicación marginal, o porque desde una
radio chiquita, queríamos cambiar el mundo, o por lo menos prenderlo fuego, y soñábamos
con esto. Debe ser porque desde hace más de dos años soy padre, y desde
hace casi el mismo tiempo, no tengo padre. Porque nuestro hijo fue con nosotros y
pisó la Plaza por primera vez, llena de pueblo. Debe ser por todo eso y
bastante más que, cuando vi pasar la columna de La Cámpora, me emocioné y como
cada vez que me emociono, no dije nada, me quedé en silencio, no se notó.
Pero ahí estaba, La Cámpora, sin el cajetilla de Boudou, ni
los funcionarios enriquecidos, ni los que estuvieron con Menem, y ahora están
acá, ni los blakberris, ni los contratos. Tampoco estaban esos que ya
consiguieron el cargo que querían y ahora, pedir que la realidad cambie, les
parece pedir demasiado; esos con sensibilidad de pétalos de rosa, que ahora
respetan el orden, las instituciones y se ofenden porque habría que entender
que, desde que estamos en el gobierno, cualquier crítica es agresión. No estaban
los que dejaron de escribir, ni los que dejaron de pedir.
Debe ser porque vi el rostro más real y determinante del proyecto
nacional y popular: el barrio, el pueblo. La verdadera vanguardia de cualquier
proyecto que se precie, si no de revolucionario, por lo menos de progresista. Y
La Cámpora construye ahí, donde la pobreza y la desigualdad duelen. Y también
construye donde le duele a Clarín, a la oligarquía, a la derecha, y eso es
emocionante.
Tal vez sea verdad que el kirchnerismo llegará más allá de
los kirchneristas, porque ese relato, esa historia viene de las entrañas mismas
de la patria negada, del pueblo odiado, y avanzará mucho más allá de La Cámpora,
las internas, las acciones conservadoras, porque no es su invención ni su
descubrimiento.
Debe ser porque quiero seguir creyendo y creí en esos pibes
que cantan, que saltan, que vienen del barrio y de la villa, detrás de una
esperanza. Esos pibes que hoy, están en los diarios, en la tele y antes no
estaban.
Debe ser porque estoy viejo, y porque ahí estaba Milo y la
Vero, y porque a esto lo hicimos porque queríamos, en contra de muchos que
aconsejan como quien cierra una puerta, como quien reza una verdad
incontrastable, y no quisimos y seguimos y lo hicimos. En soledad, en
disidencia, pero ya no. Debe ser por eso, y por muchísimas otras cosas, que
cuando vi pasar la columna de La Cámpora movilizada, hacia esa plaza hermosa,
llena de sol, de color, de alegría, me emocioné y, como cada vez que eso
sucede, no lloré, ni se me llenaron de lágrimas los ojos, ni se me notó. Me
quedé en silencio, mirando a Milo saltando, viendo pasar la gente.
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