El kirchnerismo hace agua, que duda cabe, en algunos temas,
y no precisamente en los que denuncia la oposición mediática para seguir
defendiendo los intereses económicos de Clarín y la oligarquía. Por eso
seguimos militando, trabajando, creyendo, pero sabemos, hace agua en cuestiones
muy profundas y graves, más aún que los supuestos hechos de corrupción o enriquecimiento
ilícito. Hace agua allí mismo donde los excluidos, los pobres, los más débiles necesitan
la presencia del Estado como única instancia donde guarecerse y nosotros, los
kirchneristas necesitamos que esas instancias funcionen para seguir creyendo,
militando, trabajando, para que las banderas no se nos caigan de la mano.
La situación de vulnerabilidad de las mujeres ante la
violencia de género, en cualquiera de sus formas, es un horror diario y al que
cuesta acostumbrarse, yo diría, al que uno nunca debería acostumbrarse, aunque
somnolientos funcionarios se desperecen escuchando relatos provenientes del
mismo infierno que deberían conjurar, con la misma naturalidad que muerden una
tostada.
Ante un hecho de violencia familiar, la policía actúa de una
forma casi demencial, incomprensible. Separa a la mujer del hogar, que tendrá
que alojarse quien sabe donde. No protege a la víctima, y sólo actuará ante el
hecho consumado. Quien haya padecido una situación de violencia de género, sabe
que todo esto es más fácil decirlo que vivirlo. Que lo que se siente es el más
absoluto desamparo y que, todo hace presumir, nada podrá detener al violento más
que los efectos de su propia violencia.
Un tipo que somete, tortura física y psicológicamente a su
familia, no irá preso por ello, aunque sus víctimas estén en una situación
similar a la de los secuestrados por una dictadura o a las víctimas de trata de
persona. Y cuando el violento, que envilece con su accionar a todo el género,
llega al asesinato que es en definitiva y penosamente, la materialización de
algo que ya fue consumado, no es considerado un criminal diferente a quién mata
a alguien en un accidente de tránsito o en situación de robo. El feminicidio no
es una figura penal aunque sí un problema social. El tipo que asesina a su
pareja o ex pareja, es simplemente un asesino, aunque la evidencia de la
situación previa sea abrumadoramente diferente al resto de los asesinatos.
Lamentablemente, hoy en día muchas mujeres son rehenes y
objeto de sadismo de quienes en algún momento consideraron su pareja, su amor. Ante
ello, la voz del que no comprende aconseja separarse, alejarse, sin siquiera asomarse
a la complejidad de las situaciones de sometimiento que alcanza a la estructura
psicológica de las personas. Pero sin embargo, esa solución de sentido común,
ni siquiera es tal. En muchos, muchísimos, demasiados casos, se transforma en
un agravante de esa situación. Ya dijimos, la mujer y los hijos, están merced
del violento sin que el Estado pueda actuar en consecuencia y la separación
material o legal no es garantía de nada. No considera a la mujer y los hijos
una víctima, a menos que lo sean de manera evidente, es decir, sólo dejando
hacer al violento es que la justicia puede actuar, una vez consumado en su fase
más cruel el delito.
La acción de parte del Estado, amén de protocolos, congresos
y consejos, depende única y exclusivamente de la actitud militante, de la
predisposición a actuar sobre una injusticia, o de cualidades personales, de
quienes forman parte de los organismos que el Estado crea y financia para tal
fin. En la situación concreta, nada sucede independientemente de la voluntad de
las personas. La burocracia en estos casos es una enfermedad causante de
muerte, una muerte demasiado anunciada, que en definitiva sólo tendrá, en el
mejor de los casos, un sólo autor, el que ya sabíamos, el que fue denunciado
una y mil veces, ese contra el que la justicia, no pudo actuar.
Hay esos temas, esas oficinas, frente a las cuales las
banderas de la inclusión, la ampliación de derechos, del proyecto nacional y
popular, se nos caen de las manos, no sirven para nada, donde Marita Verón no
aparece a pesar de todo, y miles de mujeres siguen muriendo. Hay esos espacios ante
los que sólo nos queda esa terrible sensación de indefensión.
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