jueves, 25 de abril de 2013

Traidores! Traidores! TRAIDORES!



Es difícil acostumbrarme a la idea de haberme convertido, en no mucho tiempo, en un traidor a la Patria, un comprado o un vendido, un oscuro y corrupto ladrón, que vive a costa de los demás, se regodea mirando el fútbol que paga el hambre de nuestros abuelos, se dedica a fornicar para amarrocar fortunas que el Estado despilfarra para sostener mi ociosa existencia: acostumbrarme a que mi voluntad y libertad no valen mucho más que un choripan, una caja de vino y un poco de droga. No, no es fácil aceptar que las Madres y Abuelas, los HIJOS y los nietos fueron cooptados por una dictadura disfrazada de democracia que, por mera y fascista propaganda política, llevó al banquillo y luego a la cárcel a los genocidas de la última dictadura. Es duro aceptar que nuestro voto no fue sincero, ni inteligente, ni nada, que valen mucho más 23 puntos de raitin que 43% de votos.

Es difícil hacerse a la idea que mis vecinos, mis conocidos, mis amigos hayan tenido hijos sólo para vivir sin trabajar. Es difícil, doloroso y peligroso aceptar todo eso.
Las declaraciones de Laura Alonso, Lilita Carrió, Oscar Aguad, y todo el arco del ahora redivivo grupo 18A, operan sobre un fenómeno social que investigaron los de la Escuela de Frankfurt, que eran tipos re aburridos, iban a los cines y te cagaban la película diciéndote que eso era mierda capitalista, no te dejaban tomar una cerveza tranquilo después del laburo y esas cosas. Eran unos amargos, diría el camarada Durán Barba.
Decía, la Escuela de Frankfurt, dijo cosas muy importantes, entre ellas estudió cómo opera la estigmatización de un determinado grupo en las sociedades contemporáneas, basándose en la trágica experiencia del nazismo en Alemania. Con su inherente cuota autoritaria y racista, la estigmatización construye una imagen deshumanizada del otro, lo transforma en una amenaza para quienes no forman parte de ese otro. La estigmatización del pueblo hebreo antecedió el holocausto nazi. Sin bandearme y terminar borracho y a los abrazos con Carrió, de lo que se trata con la estigmatización del 43%, el kirchnerismo, el peronismo, o como se le quiera llamar, es de deslegitimar el voto. Construír un abstracto donde quepa toda la mierda de esta sociedad, tirárselo por la cabeza a un determinado grupo social, y con eso deslegitimar incluso las acciones de los sujetos individuales de ese grupo. Deslegitimar ese grupo, tiene por objetivo deslegitimar el voto democrático de ese grupo o sector social, y por lo tanto socavar la legitimidad de quien ejerce el poder a partir de la elección democrática. Decir que sus acciones son autoritarias y el ejercicio del poder que detenta proviene de una matriz impura. De ahí el peligro.
Plantear tácitamente que el reitin equipara la voluntad popular, hablar en contra de una supuesta y ridícula dictadura del voto, es una pelotudéz, pero trata de subvertir un orden que no estaría favoreciendo a quienes no logran hacerse del poder en elecciones democráticas. En ese caso tal vez tenga razón Laura Alonso, y este proyecto nacional y popular haya traicionado al ser nacional, que hoy debe estar llorando en un rincón. Haya traicionado ciertos principios establecidos por la dictadura, para el retorno a la democracia: podemos pensar, principios que aburguesaban plenamente a los partidos políticos y los convertían en sustento de los objetivos de la economía trasnacional. Tal vez por eso, para Busti, el kirchnerismo es la deformación trágica del peronismo, y antes, el peronismo, fue el hecho maldito de la burguesía.

No hay comentarios: