No da para afirmar tal cosa, pero la erección de Bergoglio, como papa franchesco,
argentino de nacimiento, da la impresión de haber llevado la interna peronista
a escala planetaria, es decir, católica. En la argentina ni hablar. Descontado que
la opo no se la para a nadie, y para colmo el radicalismo no termina de
descomponerse. El peronismo copa la agenda, entonces, y la amnistía para los
que siendo afiliados decidieron enfrentarlo en las últimas elecciones, es
replicada, luego, por los radicales. Pero lo relevante de la vuelta bastante
anunciada de los que se fueron, es que patenta el fracaso de la estrategia del
caracol que quiso operar Busti. Se peleó con los amigos, se fue a los gritos y
ahora le cuesta volver, De Ángelis lo toreó y logró instalarse, el Turco se
cansó de los pruritos y pegó el salto. La aventura del Peronismo Federal terminó
hace tiempo. Busti fue por todo, apostó a que se llevaba puesto el partido, es
decir, que donde él estuviera estaría el PJ, y no le creyeron, fue parte de la
batalla simbólica de acá, hace poquito, la que desató el kirchnerismo al
interior del peronismo.
Busti, dijo que el kirchnerismo era la deformación trágica
del peronismo, difícil volver de ahí, pero sus amigos pueden y lo hacen. En un
momento de difusión masiva del viejo argumento de la política antipolítica que
siempre está volviendo, los partidos políticos se preparan para las PASO, donde
parece, habrá interna. Promueven la inclusión de las diferencias y, aunque para
el PJ sea el retorno de los impresentables, fortalecen la vida partidaria, la
vida democrática.
La mayoría de los militantes peronistas, se quedaron en el
peronismo, y a su vez el partido creció en afiliados en la provincia de la
rebelión agraria. Quienes creían que con su personalidad conquistarían el
electorado pejotista, se equivocaron y el tiempo no les dio la razón, no
construyeron, masivamente sobre la supuesta diáspora peronista, si no sobre el
escenario opositor fragmentado, volátil. Es decir, el peronismo kirchnerista,
ganó esa batalla simbólica en torno a si el peronismo era o no kirchnerismo, batalla
fundamental para el kirchnerismo.
Los militantes entendieron que el kirchnerismo es el mejor
gobierno peronista después de Perón y Evita, como suele decir José Cáceres, que
fue el presidente del PJ tras la renuncia de Busti, y tuvo que comandar en
medio de esa tormenta, apuntando al retorno de la mística peronista; tomando la
posta en la discusión sobre donde debía estar el peronismo, si con la Sociedad
Rural o con Cristina; abriendo las puertas del partido al tremendo proceso de
retorno a la política de nuestra sociedad; y, sobre todo, militando y
convenciendo de que el peronismo estaba acá, con Néstor, Cristina, con la
Patria Grande. No le faltaron argumentos, pero en medio del conflicto por la
125 otro era el cantar.
El vicegobernador sabe lo que es soportar una conducción con
la que no se está de acuerdo y dar la pelea, a veces, en el desierto. Lo hizo
cuando Carlos Menem, sí que vaciaba la marchita, el escudo, las 20 verdades, la
militancia y el país. Lo enfrentó, se junto con el Pilo Bordón, pero no se fue
del partido cuando este planteó hacerlo, porque al militante peronista le pesa
en el cuarto oscuro votar a otra escudería, lo siente como una traición. Y también
por eso fue uno de los más duros en la discusión con el FEF, no compartía, pero
entendía que la acción era ir a internas, no abandonar.
Ahora están de nuevo, y todos se entusiasman, lo dejan de
lado por un rato a Scioli, a De Ángelis, y vuelven a pensar en las internas,
que llegado el momento serán definitorias para el proyecto nacional y popular.
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