Aunque parezca una redundancia, no lo es. Todos sabemos que
la Unión Cívica Radical comenzó siendo un movimiento nacional, popular y
revolucionario, allá por finales de 1800, conducido por el loco Alem. Luego, en
poco tiempo, pasó a ser democrático, es decir, dejó de ser revolucionario y
mantuvo su carácter nacional y popular, que llevó a Yrigoyen a la presidencia,
quien, en poco tiempo lo convirtió en un partido meramente nacional, a fuerza
de reprimir obreros a sur y norte, que a su vez mutó a un partido nacional
conservador a instancias de Alvear. Más o menos así llegó hasta nuestros días,
con dirigentes que militan a favor de absolutos abstractos como la democracia,
el amor, las instituciones, la constitución, pero que en lo concreto, se
abrazaron al neoliberalismo al cual, en su decadencia, defendieron a sangre y
fuego, cerraron la legislatura durante meses, coimearon diputados para
implementar medidas constitucionales y en el caso de Montiel, evitar un
inminente juicio político. No olvidemos el aval político, que le dio cierto
matiz legal a las dictaduras que se iniciaron en 1955, en adelante.
Hoy, el radicalismo enfrenta una nueva mutación: su
izquierdización, por dos cosas: en la actualidad, en nuestra provincia, tiene
tantas líneas internas como cualquier partido de izquierda que se precie, y a
instancias de Felicitas Rodríguez, avanza hacia la opción armada.
Pero el enfrentamiento que el gobierno mantiene con los pacíficos
y ecologistas sojeros conducidos por el militante del PCR, actual candidato a
senador del PRO, Alfredo De Ángelis, cuyo coequiper en la defensa de la
revolucionaria propiedad privada de la tierra y la renta extraordinaria es, oh
casualidad, Fagúndez, viene de antes. Más o menos por 2008, cuando el gobierno
nacional trató de implementar la 125, medida expropiatoria contra la cual se
alzaron radicales, comunistas revolucionarios, socialistas tibios y peronistas
federales, entre otros y que defendieron pocos, poquísimos, dirigentes
provinciales, bah, digamos dos: Urribarri y Cáceres. Entonces los
agrorevolucionarios respondieron con pacíficos tractorazos en casa de gobierno
y democráticos cortes de ruta que desabastecieron al país.
Ese enfrentamiento, con sus fluctuaciones, es el que el
gobierno mantiene con “todos los sectores productivos”, según Felicitas
Luxemburgo y que llegó al colmo cuando se avanzó contra el trabajo infantil y
en negro en los establecimientos agropecuarios y vertió la gota que colmó el
vaso intentando controlar la actividad comercial de Faúndez, mediante la
brigada de la AFIP.
1 comentario:
A falta de Sierra Maestra, La subcomandante Felicitas no arruga y asentaria su base de futuras operaciones guerrilleras,en Cuchilla Redonda, ajajaja !!!
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