viernes, 19 de abril de 2013

El cacerolo que votaría a Cristina











Tengo un recreo y salgo a la plaza, donde los manifestantes comienzan a reunirse, algunos jóvenes, muchos pasan los 50, varios largamente. Para mí son gente extraña, no conozco a nadie, hablan con una tonada extraña, van bien vestidos, no llegan en cole. Hay cacerolas, pocas, la mayoría tiene otros objetos para hacer ruido. Es cierto que en gran parte, son la misma clase media junto a la que cantábamos “piquete y cacerola, la lucha es una sola”, pero cuanto tiempo ha pasado desde aquél primer amor, y cuanto se adapta a ese fenómeno la frase que dice, la clase media cuando está mal vota bien y cuando está bien vota mal. Es cierto, la clase media, está bien, está mejor, se amplió. Nosotros, mi familia, mis amigos, también estamos mejor. Doy una 


vuelta entre esa gente extraña, movida por ajenos motivos y vuelvo a clase.
Cuando termina la clase, la plaza está ocupada en un tercio, eso es mucha gente para Paraná. No cortan el tránsito pero lo dificultan, lo hacen lento, y copan toda la zona de la parada del cole, así que tengo que caminar hasta otra plaza, hasta otra garita, y atravieso el grupo de manifestantes, nadie conocido, de nuevo, gente extraña, que hace ruido, no hay muchas ni grandes consignas, es todo un tanto difuso. Tampoco veo dirigentes políticos, ahora me entero que sí los hubo, y entre ellos, uno de los principales responsables de las muertes de Romina Ituraín, Eloisa Paniagua y José Daniel Rodríguez, durante las manifestaciones de diciembre de 2001, aún impunes, Enrique Carbó.  Es todo un símbolo su presencia, que se hace complejo si sumamos a esa convocatoria a Proyecto Sur, la CCC, el PCR, para ellos, claro. En aquellos tiempos, de las marchas, piquetes y manifestaciones frente a supermercados, donde no nos preocupábamos tanto por ver cómo íbamos vestidos, sino porque la policía no nos alcanzara con sus balas, por llevar limón para el gas lacrimógeno, saber de donde abastecernos de piedras, tener en cuenta cual era el salvoconducto para la huida cuando se armara el despelote, y no caer presos porque ahí ligabas, sí o sí; en aquellos tiempos, el asesino de Enrique Carbó, no estaba de espaldas a la Casa Gris, con sus correligionarios, si no que estaba adentro, tomando mates con bombilla de plata, y un hermoso mate, también enchapado, de espaldas al pueblo, con sus correligionarios. En la calle moría el pueblo. En esas marchas siempre encontraba conocidos, amigos, bah, casi todos eran conocidos. Esta historia la he contado mil veces, porque me estoy volviendo viejo, pero también porque es una gran historia para mí. Es raro, pero la recuerdo, a pesar de la pobreza, la muerte, la violencia, la indignación, como una de las épocas más bellas de mi juventud.
Podría hablar de la falsa conciencia, de la fragmentación y reconfiguración de los partidos políticos, de la ausencia de representatividad en la oposición, pero me aburre. Sólo un dato, más: es patético tener que destacar que sólo hubo dos heridos, dos agresiones a periodistas. Pero es todo un dato del cambio de época. Antes los heridos, y los muertos, estaban de este lado, ahora también, sólo que no son víctimas de la brutal represión policial de Montiel, De la Rúa, o de los perros de caza de Duhalde, si no de los propios manifestantes.
Cuando ya estoy terminando de atravesar el bullanguero y variopinto grupo, escucho que me hablan, me vuelvo sin temor, pero previendo una agresión, mascullando una respuesta que frene la furia, pero es un conocido. De los amigos virtuales opositores que tengo en facebook, es el más sensato, pero participa del 18A, claro. Hablamos sobre la cantidad de gente que hay, y sobre la ausencia de liderazgos que logren representarlos. Le digo que el radicalismo está haciendo los deberes, tiene estructura, militantes y por lo tanto chances de constituirse en un polo opositor a futuro. No le parece. Le hablo de Binner, que sólo quedará en una aventura provincial y está de acuerdo con migo. Me cuenta que, antes de que Néstor fuese presidente, lo conoció y le pareció sobrador, en cambio con Cristina se saludaron, se sacaron fotos y cantaron la marcha. Se autodefine como un peronista disidente. Entonces estás entusiasmado con que Scioli se corte sólo y enfrente a Cristina, le digo. No te hagas ilusiones, le advierto, es un flan, no le da el cuero. El me responde que si en 2015, en el cuarto oscuro están las boletas de Scioli y de Cristina, con los ojos cerrados, pongo la de Cristina en el sobre. Me hace reir, me despido con un abrazo, y apuro el paso a la parada del cole, como saben, vivo lejos de la ciudad, pero ese ya es otro cuento.   

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