La objeción estética al gobierno provincial y nacional, es
un aburrido caballito de batalla de la oposición. Más allá de que la estética
es una rama menor de la filosofía, suele ser el salvavidas de los mediocres:
ante quien hace las
cosas bien, le va bien, nos causa envidia, siempre tendremos
la salvación de la objeción estética. No me gusta, no se ve bien, etc.
Pero en la campaña se ven los pingos, o algo así: todo el
arco opositor concentró su leit motiv de campaña técnica en fomentar la división
que rechaza, violentar a los violentos, denostar al adversario que en un futuro
gobernado por ellos, debería ser tratados como un hermano, pero no por ahora. Todo
eso con un pésimo gusto y con mensajes tan ambiguos y entreverados, como
convenientes. Sin embargo, la campaña nacional como la provincial del
oficialismo, no avienta discordias, ni difunde la grieta que atravesó el Colón,
sino que propone un sueño o plantea elecciones.
Más allá de que, el afiche de Un sueño entrerriano, no sale
bien parado de un análisis semiológico, el slogan es muy bueno, no propone
divisiones, sino que nos engloba a todos en un sueño que es el de colocar a un
entrerriano en el gobierno nacional. Además, a pesar de los egos en guerra, la
campaña virtual de Urribarri es excelente, por lejos la mejor de entre sus
adversarios. Deangelis se le acercó, compró paquetes para inflar su fan page
vertiginosamente, atiborró de mensajes y propagandas las redes, tanto que
terminó invisibilizándose y hartando. Dicho sea de paso, en política, si no tenés
construcción real, votos, no hay Durán Barba ni guita que ayude. Esa es una de
las barreras que le impiden a Macri salir de la municipalidad de Buenos Aires.
El candidato radical, Atilio Benedetti, propone equilibrio
apagando la tele donde Cristina habla por cadena nacional y se refiere de un
modo ambiguo a la coparticipación y a la situación de sus colegas: los patrones
del campo subsidiados por el Estado. El tono de voz y el modo de hablar, remite
a De la Rúa…
Ni que hablar del socialismo, en todas sus vertientes
internas agitan consignas de derecha, un paso al frente (soldado), un país
normal y fachadas por el estilo, ratifican las razones de su expulsión de la
internacional socialista.
Por su parte, la izquierda local, expresa sus ideas en
realidad quejas, con un anacronismo notable: dos pibes dicen que los echaron
del algún lugar por besarse en público en el primer país de América Latina que
implementó el matrimonio igualitario, reconoció derechos de identidad sexual y
avanza en la materia; una chica dice que no tiene derechos por ser mujer en un
país gobernado por una mujer en una ciudad ídem. Un grupo de pibes pescando en
un arroyo se quejan de la contaminación que provoca el cultivo de los
integrantes de la mesa de enlace que ellos apoyaron contra la 125; las termas
inexistentes en Paraná y el fraking en duda en la provincia. Todo esto, en un
spot televisivo que sólo aprobaría un trabajo de primer año en la Facultad de
Comunicación Social, desechando una larga tradición que indicaría que la
creatividad, los sentimientos y los pensamientos sublimes estarían del lado de
la izquierda. Es comprensible, para quien su mayor ambición es sacar más del
1,5 para pasar a octubre, y duda de esa posibilidad, no vale la pena gastar pólvora
en chimangos.
Por último es notable la diferencia de estilo entre
Urribarri y el resto. Comparalo con Binner, con Benedetti, con Deangelis, o con
Massa si querés también. Les saca varios cuerpos de ventaja en carisma: corre,
baila, canta, cocina, se mete al agua, se revuelca en el pasto y gobierna. Les pinta
la cara, el resto parecen momias, no te la paran ni a garrotazos. En ese
sentido, se acerca a Macri, sólo que con más argumentos y audacia, y a este no
le sopla la letra Durán Barba, es así, y la gente le cree.
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