El aire puro, la naturaleza, la promesa de un retiro heideggeriano,
fue lo que nos llevó a mudarnos a este lugar. Eso y unos vecinos que nos
rociaban con agua bendita, nos amontonaban ramas cortadas de nuestro propio árbol
en la puerta de calle, se nos metían por el patio y nos revisaban la casa
cuando no estábamos, además de una casa en que los vecinos te podían cortar el
agua en cualquier momento sin previo aviso, llena de arañas, goteras y fantasmas
del pasado. Decía, el contacto con la naturaleza, la tranquilidad de las
pampas
y la vida saludable fue lo que nos motivó a mudarnos a este barrio de cajetilla
nombre Lomas de Oro Verde, en un paisaje espectacular en la pintoresca Ruta de
las Aldeas de Paraná y a poco más de un año, no vemos la hora de mudarnos a un
lugar bien céntrico de la ciudad, lleno de ruidos, smog y kioscos en las
esquina que abren hasta las doce de la noche, o incluso, las 24 horas.
A poco de haber llegado, nos enteramos que el agua que brota
cristalina de las entrañas de la tierra no es apta para consumo humano. Los sabelotodo
de la facultad dicen que hace un tiempo hicieron pruebas según las cuales no
sería apta para consumo animal en general, un vecino del barrio nos dijo que te
caga los riñones, conclusión: compramos el agua, como en los viejos tiempos
donde un aguatero que estuvo frente al cabildo en la revolución del puerto te
traía el agua fresca en su carruaje, en realidad una camioneta toda podrida con
dos tipos que tratan de defenderse de los ataques de las perras mientras dejan
los bidones para salir rajando. Pero nada frenaría nuestro impulso ecologista y
nuestros ideales de que un mundo que respete la naturaleza y esté en contacto
con ella sería mejor, hasta que nos dimos cuenta que el barrio está rodeado de
campos de soja, maíz y trigo transgénico y que, obviamente, son fumigados con
cierta periodicidad con Glifosato, que seguramente ya envenenó las napas, el
arroyito y cuanta ternura haya encontrado a su paso. Eso sí, para fertilizar
usan métodos naturales que nos aportan saberes ancestrales: riegan con caca de
gallina el campo antes de sembrarlo, lo cual tiene su contra cuando el viento
trae el aroma que vos respiras durante una semana aproximadamente.
Prontamente la reserva natural protegida fue reducida por la
implementación del PROCREAR, árboles añosos, sabios de vaya a saber qué sabiduría,
tumbados con topadoras para dar espacio a ruidosos albañiles que construyen en
tiempo récord.
Pero la lejanía tiene sus ventajas, aunque el traslado en
colectivo es un tanto cansador más aún cuando el chofer suele ser un
hijodemilputas que fuma en el camino, habla por teléfono en plena ruta, no te
espera si ve que venís corriendo para llegar a la garita y si le recriminas
algo atenta contra tu vida en el próximo viaje. También por las ventajas que da
la lejanía de un ámbito rural, no hay televisión por cable, ni llega el delivery,
ni gas natural, ni cloacas. Todos los vecinos, incluidas las varias mansiones
que hay, tiran la mierda en un pozo que cuando se llena viene un tipo en un
camioncito y saca toda la caca y el pichí y otras inmundicias con una manguera
que apesta.
En fin, no vemos la hora de tomarnos el raje a la ciudad,
que es el mejor lugar para vivir. No por nada en los comienzos de nuestra
civilización occidental las ciudades eran consideradas un regalo de los dioses
y el lugar donde ellos habitaban.
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