miércoles, 31 de julio de 2013

Adiós a las pampas



El aire puro, la naturaleza, la promesa de un retiro heideggeriano, fue lo que nos llevó a mudarnos a este lugar. Eso y unos vecinos que nos rociaban con agua bendita, nos amontonaban ramas cortadas de nuestro propio árbol en la puerta de calle, se nos metían por el patio y nos revisaban la casa cuando no estábamos, además de una casa en que los vecinos te podían cortar el agua en cualquier momento sin previo aviso, llena de arañas, goteras y fantasmas del pasado. Decía, el contacto con la naturaleza, la tranquilidad de las 

pampas y la vida saludable fue lo que nos motivó a mudarnos a este barrio de cajetilla nombre Lomas de Oro Verde, en un paisaje espectacular en la pintoresca Ruta de las Aldeas de Paraná y a poco más de un año, no vemos la hora de mudarnos a un lugar bien céntrico de la ciudad, lleno de ruidos, smog y kioscos en las esquina que abren hasta las doce de la noche, o incluso, las 24 horas.
A poco de haber llegado, nos enteramos que el agua que brota cristalina de las entrañas de la tierra no es apta para consumo humano. Los sabelotodo de la facultad dicen que hace un tiempo hicieron pruebas según las cuales no sería apta para consumo animal en general, un vecino del barrio nos dijo que te caga los riñones, conclusión: compramos el agua, como en los viejos tiempos donde un aguatero que estuvo frente al cabildo en la revolución del puerto te traía el agua fresca en su carruaje, en realidad una camioneta toda podrida con dos tipos que tratan de defenderse de los ataques de las perras mientras dejan los bidones para salir rajando. Pero nada frenaría nuestro impulso ecologista y nuestros ideales de que un mundo que respete la naturaleza y esté en contacto con ella sería mejor, hasta que nos dimos cuenta que el barrio está rodeado de campos de soja, maíz y trigo transgénico y que, obviamente, son fumigados con cierta periodicidad con Glifosato, que seguramente ya envenenó las napas, el arroyito y cuanta ternura haya encontrado a su paso. Eso sí, para fertilizar usan métodos naturales que nos aportan saberes ancestrales: riegan con caca de gallina el campo antes de sembrarlo, lo cual tiene su contra cuando el viento trae el aroma que vos respiras durante una semana aproximadamente.
Prontamente la reserva natural protegida fue reducida por la implementación del PROCREAR, árboles añosos, sabios de vaya a saber qué sabiduría, tumbados con topadoras para dar espacio a ruidosos albañiles que construyen en tiempo récord.
Pero la lejanía tiene sus ventajas, aunque el traslado en colectivo es un tanto cansador más aún cuando el chofer suele ser un hijodemilputas que fuma en el camino, habla por teléfono en plena ruta, no te espera si ve que venís corriendo para llegar a la garita y si le recriminas algo atenta contra tu vida en el próximo viaje. También por las ventajas que da la lejanía de un ámbito rural, no hay televisión por cable, ni llega el delivery, ni gas natural, ni cloacas. Todos los vecinos, incluidas las varias mansiones que hay, tiran la mierda en un pozo que cuando se llena viene un tipo en un camioncito y saca toda la caca y el pichí y otras inmundicias con una manguera que apesta.

En fin, no vemos la hora de tomarnos el raje a la ciudad, que es el mejor lugar para vivir. No por nada en los comienzos de nuestra civilización occidental las ciudades eran consideradas un regalo de los dioses y el lugar donde ellos habitaban.  

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