Aunque no es de la hermana del pizzero de la que me acuerdo,
precisamente. En realidad, debería decir, la hermana del dueño o la hermana del
patrón, queda más anarquista, y más preciso, porque en realidad de lo que me
acuerdo es de la hermana – específicamente de su aparato reproductor u órgano
sexual – del dueño de la pizzería de la esquina de Ramírez y Urquiza. Porque seguro
que no laburás y sos terrible garca.
Bueno, me contaron que negreas bastante, como casi todos los
de tu rubro, pero cuando a tu empleado le
sugerí que te denuncie arrugó y la
verdad que no soy gremialista y bastante tengo con mi cobardía como para andar
ocupándome de la de otros. Igualmente, deseo que uno de estos días, algunos de
los empleados a los que negreas te haga una denuncia en el Ministerio de
Trabajo, y te saque una buena torta de guita. Dicho esto, asumo que soy una
vieja de mierda, quejosa, resentida y gorda. Y cuando me bajo del colectivo de
la línea ocho, cosa que hago bastante seguido, en la garita de la esquina de
Urquiza y Ramírez, me acuerdo siempre de tu hermana, y resuelvo que deberías
pasar una estadía en su entrepiernas o bajo vientre o como mierda quieras
llamarle a la concha de tu hermana.
Antes tenías una pizzería frente a esa esquina, mucho más
rasca, pero más romántica. La única vez que fui a comer ahí, estuve tres días
con gastroenteritis, pero no es culpa tuya, yo padezco de gastritis crónica, un
poco por tragar tanta mierda y bastante por no saber devolverla. Puede que
hagas la salsa con cebolla frita o morrón, o que para condimentar uses ají
molido, o que utilices la misma salsa durante una semana. Esas son las variadas
razones de índole gastronómica por las cuales una comida me puede causar gastroenteritis,
sin mencionara los motivos de carácter psicosomático. No es culpa tuya decía. Como
tampoco es culpa de tu hermana, que vos seas un forro, pero estaría bueno que a
este post lo lea ella y te comente, porque por culpa tuya siempre se me está
viniendo a la memora de manera poco decente.
Las cosas cambiaron, te cambiaste de esquina y te pusiste
una pizzería a todo orto, justo en la esquina de la garita del ocho. Presa del
mismo afán de aparentar de los demás comerciantes, pusiste unos mangos extras a
los inspectores de la municipalidad o los coimeaste, para instalar mesas en
toda la vereda, hasta ahí una mierda, pero todo bien. Ese tipo de atropellos es
a los que uno debe acostumbrarse en cualquier ciudad del mundo, y tal vez, una
de las razones de mi gastritis, pero donde la cagaste bien cagada es cuando
pusiste esas barandas de caño de metal, rodeando toda la esquina. Está bien,
dejaste libre la garita, pero un colectivo urbano tiene más o menos once metros
de largo; fácil, entre la puerta delantera y la trasera, hay ocho metros. O sea
que cuando el colectivero coloca la puerta de subida, justo frente a la garita,
la puerta de atrás, de descenso, queda bloqueada por esa baranda. Como la
baranda o cerco perimetral con que adornaste la vereda no tienen más que un
objetivo estético de dudoso gusto, calculo que el inspector que te habilitó eso
debe ser tan pelotudo como vos. Vos no tenes que saber las medidas de un
colectivo, tampoco te importa, pero el inspector sí, debería, o por lo menos
tener en cuenta ciertos detalles. Tal vez el pelotudo en cuestión sea peor que
vos. Porque a vos lo único que te interesa es juntarla con pala y los demás que
se pudran, pero el inspector municipal, se supone, es un servidor público y
debe tener en cuenta la ciudadanía del ciudadano, la libre circulación en los
espacios públicos, por citar algo. Entonces, o es un corrupto y lo adornaste
bien o es un idiota.
Vos imaginate que en Paraná la concesionaria de transporte público
de pasajeros con posición monopólica en el mercado tuviera eso que algunos
llaman sensibilidad social, compromiso empresario o valorara la palabra empeñada
y pusiera en circulación un coche apto para personas discapacitadas: imposible
bajarse en tu esquina. Te cuento que hay que dar un rodeo caminando por el
estrecho pasillo que queda entre el colectivo y tu baranda, algo imposible para
alguien en sillas de ruedas, con muletas e incluso, para un no vidente.
Cuando te va bien, es decir, cuando las mesitas de la vereda
están todas ocupadas es peor. Se me ha ocurrido en esos casos, tal vez algún día
lo haga, bajar del cole, pasar por encima de la baranda, caminar por encima de
las mesas, y bajar a la vereda, que? Me vas a pegar? No sería la primera vez.
Por eso, si sos la hermana del dueño de la pizzería de calle
Urquiza y Ramírez, decile a tu hermano que saque esas barandas de mierda.
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