viernes, 26 de octubre de 2012

INVESTIGACIÓN: EL NÉSTOR QUE LLORA, ENTRE LA FARSA Y LA PURA SUPERCHERÍA DE LA CHUSMA


Moldeado en cemento Pórtland, al fondo del galpón donde funcionaba la Unidad Básica número 43, y el comedor “Sobrinitos del Tío Cámpora”, el busto de Néstor se parecía poco a Néstor, aunque los vecinos declaraban que, con el tiempo, se les había acostumbrado el ojo y les resultaba idéntico al verdadero. Con los sucesos posteriores a su emplazamiento y desaparición, aquél tosco retrato moldeado en el fondo de la casa de Lito Lascar se convirtió en una auténtica obra de arte. Calidad que la presencia de la obra negaba constantemente y ahora su ausencia confirma insistentemente. Tratamos de encontrar al autor de aquella masa informe de cemento que tantos revuelos concitó, pero, abrumado por la trascendencia de su obra y las posteriores consecuencias, Lito se mandó a mudar a otra villa, por lo cual su domicilio es desconocido.
Todo comenzó con un sueño que tuvo el Toto Aguirre. “Néstor me daba la mano y me decía que el comedor cambiaría de lugar”, dijo en una de las reuniones para revisar el balance de la Básica. Así fue que todos coincidieron en que podía ser una señal, y fue idea de Lito, experto en moldeados en cemento Pórtland, hacerle un busto que emplazarían al fondo del tinglado durante el acto del 26 de julio, que estaban organizando. Como todavía no se le habían ocurrido muchas ideas de qué hacer ese día, la iniciativa vino bien. Así que ahí quedó, el busto de Néstor, como una presencia fría que le daba jerarquía al lugar. Hasta ahí la cosa anduvo bien, pero los problemas comenzaron cuando Cristian salió con el cuento de que había visto llorar al busto de Néstor. Al principio los vecinos no le creyeron, obvio, alegando que ya debía estar borracho nuevamente y que esa mezcla de vino blanco con chuker le estaba provocando alucinaciones. Pero ante la declaración de Cristian de que ya no tomaba más esa mezcla porque la diabetes le subía igual a pesar del chuker, y ante el mudo asentimiento de doña Ramona, los vecinos optaron por corroborar el relato por sus propios medios. Así fue que cuando llegaron al galpón encontraron al busto con dos lágrimas que le surcaban el rostro. Algunas mujeres lloraron y se arrodillaron frente al Néstor que llora, como lo bautizaron enseguida, otros se mostraron incrédulos a pesar de la evidencia, y Arturo Pasgal, presidente de la Básica, increpó a Lito diciéndole, “en que quilombo nos metiste nene”. Pero varios le pararon el carro a don Arturo, expresando que Lito no tenía nada que ver en el asunto, ya que seguro se trataba de un milagro.
La noticia del Néstor que llora corrió como reguero de pólvora, y así fue que se organizaron visitas y se armaron puestos de choripan, vino suelto y tortas fritas alrededor del galpón. La noticia salió en dos diarios chicos de distribución gratuita, lo que no hizo más que incrementar el número de personas que viajaban hasta cuatro horas en colectivo para ir a ver al Néstor que llora. Y no tardó en llegar carta al vaticano pidiendo la canonización de Néstor. Fuente baticanas indican que Benedicto XVI habría declarado, en ese estilo ambiguo y encriptado que lo caracteriza, “dios nos sorprende cada día con su obra”. En tanto que fuentes arzobispales que prefirieron mantenerse en el anonimato, expresaron que Bergoglio, más explícito que el santo padre, dirigiendo su mirada al cielo habría reprochado “justo a éste lo tenías que elegir”. En fin, gran bolonqui se armó y la noticia no tardó en llegar al intendente presidenciable Mauricio Macri, quien le habría exigido explicaciones a Larreta y este ofuscado le habría retrucado “y a mí que me decís, porque no le preguntas a Durán Barba, que tanto le pagamos y no hace una mierda”. A esa altura la imagen positiva de Cristina alcanzaba el 200%, sumado bolivianos dispuestos a reelegirla. Entonces comenzó otra historia, tras dos mandatos consecutivos sin hacer un carajo, comenzando ya el tercero, Macri se dispuso a realizar una obra en la capital: construir un hospital, para lo cual se hizo necesario expropiar los terrenos de la villa donde se encontraba el comedor. “Es una medida sin precedentes, que apunta a beneficiar a todos los ciudadanos porteños que puedan demostrar ser argentinos de nacimiento”, dijo ante las cámaras, rodeado de globos amarillos, mientras al fondo ya se veía cómo las topadoras arrasaban con todo a su paso. En el tumulto, la mayoría de los vecinos pudo salvar lo que tenía puesto y algunas pocas pertenencias antes que el progreso y la inclusión social no dejara una sola casilla en pié. Todos se olvidaron del Néstor que llora, pero al fin de la jornada, cuando la llovizna comenzaba a hacer cosquillas al nailon con que los vecinos improvisaron  carpas donde pernoctar, a Lito se le dió por preguntar “¿y el Néstor que llora? Yo me lo quiero llevar como recuerdo”. Pero los vecinos le pararon el carro in situ, diciéndole que el Néstor que llora ya era patrimonio de todos, no sólo de los habitantes de la villa, si no patrimonio de la humanidad. Así que ante las protestas de Lito, todos los vecinos marcharon hasta donde estaba la Unidad Básica y el comedor “Sobrinitos del Tío Cámpora” a buscar el busto de Néstor, pero nada más que escombros y un cartel anunciando la obra fue lo que encontraron. Misteriosamente el Néstor que llora había desaparecido, y ahí comienza el mito.

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