jueves, 23 de enero de 2014

Un tipo que podía estar horas mirando a un niño

Podía estar horas, sólo mirándote. Pero no me dejabas, claro, había que jugar. Venías a casa, yo te iba a buscar y te traía todo el camino a caballito en los hombros. Las seis cuadras hasta casa, en verano, a la siesta, las hacía cantando, con vos en mis hombros. Será que no hacía tanto calor en aquellos tiempos? Será que ahora que estoy viejo y gordo al calor no lo soporto? En realidad eras vos el que cantabas y yo me mataba de risa. En tu cocoliche, 

repetías las canciones de la cancha y eras hincha de Patronato, de Sportivo, de Belgrano, de Vélez, de River y de Palermo. Claro, entonces, para vos, el mundo no era tan drástico, no sabías que hay que matar y morir. No había bordes tan duros ni diferencias inconciliables.
Cada vez que me acuerdo de la vez que me dijiste, “vos no sos el mismo de antes, eras re divertido”, se me hace el mismo nudo en la garganta, el mismo vacío en el pecho, que aquella vez que me lo dijiste. Y es cierto, no soy el mismo, pero yo no era divertido, nunca lo fui, y si lo fui, eso lo lograbas vos. Yo en realidad he sido un tipo bastante triste, y en algún momento aprendí a reir. Una vez que me entró con sangre eso de que los hombres no lloran, pude aprender a reír. Y nunca más me pude acordar como se llora. Por eso, cuando intento hacerlo, mi llanto ya no parece humano, y entonces ya no intento.
No me importaba si para los demás era un pelotudo, un mente infantil, como se decía antes, si vos reías con las tonterías que yo hacía. Me bastaba verte a los ojos para saber que era una de las mejores personas del mundo. Tal vez pienses que yo te daba mucho. No era nada, nunca fue nada. Vos me diste mucho más. Yo sólo hacía lo que me hacía sentir feliz. Y eran, son, muy poquitas cosas.
El día en que leí el cuento que escribiste para la escuela, lloré cuando llegué a mi casa. De esa forma inhumana que te contaba. Lloré de felicidad porque yo, a tu edad, no escribía ni la mitad de bien de lo que estaba escrito ese cuento. Pero más lloré de tristeza, porque sabía que no era una perfecta ficción, era una catarsis infantil de lo que te estaba pasando. Una catarsis perfecta.
Y no podía dejar de mirarte. No podía dejar de verte como el niño triste que fui y entonces hacía lo posible para espantar esos fantasmas de la fatalidad con que nos asusta la conciencia. Pero  no pude. Perdiste mucho, entendiste el abandono, sin comprender los porqués. Y eras muy chico. Perdiste mucho para ser tan chico, pero sabés una cosa, la vida te quita más. Y sólo estaba tranquilo cuando estabas al alcance de mi vista.
Vos encontrabas tesoros en mi pobreza y jugábamos a los pistoleros con palos de escobas. Podía estar horas en ese paréntesis del tiempo. Porque eso era para mí la eternidad. Tu risa, tu alegría. Y por eso, cuando te dabas cuenta de que me quedaba viéndote, disimulaba enseguida e inventaba otro juego o poníamos a María Elena. Porque lo que yo veía era la fatalidad irremediable de la vida, que te arrastraba y te llevaba tan lejos como estás ahora. Pero vos ni percibías que el mundo es feo, que se vive mal, que las personas grandes son duras y distantes porque ya no quieren sufrir. Y tratan de no amar a nadie, y si aman, tratan de no demostrarlo, y así se mueren.
Como verás, yo también hago catarsis escribiendo. Porque no escribo esto para vos, que ya no sos aquél niño. Sé que no lo vas a leer, porque todo lo que tenga que ver con migo es tensión, conflicto. Y es mejor que lo evites. Porque no quiero que sepas que podía estar horas mirándote, porque tenía miedo y porque me ponía muy triste saber que tendrías una vida dura, de gritos y violencia y angustia.

Porque no quiero que sepas que tu imagen chiquitita, escondido detrás del inodoro, llorando y temblando de miedo es lo más triste y miserable que llevaré en mi memoria para siempre. Porque no quiero que sepas que yo pienso que es injusto que hayas pasado por todo esto. Y que pienso todos los días en vos, que seguís creciendo sin que yo pueda estar horas, solo mirándote. Mejor que lo naturalices. Que pienses, bueno así es la vida, y sigas. Que pases de largo de esto y de todo.  

No hay comentarios: