Hay días en que uno se siente reconfortado. Como que se
estira en el sillón, con la luz del día entrando por la ventana para iluminar
en nuestra falda las páginas de uno de Soriano, de Fontanarrosa o de Abelardo
Castillo. Que se yó, de uno que te guste, pero no de los que te ponen los pelos
de punta. Si no esos que lees como saboreando las palabras. Entonces el
Ministro Báez, da la cara y dice me equivoqué, fue un “error y pido las
disculpas del caso a los usuarios de la red que debido a las múltiples
interpretaciones que sobre la iniciativa se volcaron pudieron haberse sentido
con razón incordiados”.
Fin de la aventura. El propio ministro pedirá al Poder
Ejecutivo “no dar curso en ningún caso a la iniciativa”, que sin dudas “colisiona con políticas públicas en materia
de Derechos Humanos y de libertad de expresión que han sido y son ejes
centrales de nuestro gobierno”.
En estos días, el diputado Rubén Almará tuvo que pasar por duras
entrevistas en que salió a relucir su pasado para nada oculto, pero en cierto
modo reprochable. Debió renunciar a la presidencia del Consejo Departamental
del PJ de Paraná, tras haber increpado a Estela de Carlotto, en tiempos de
Busti. Almará es el firmante de la carta de intención en que se solicitaba al
Ejecutivo que pidiera a las autoridades competentes a nivel nacional, el corte
del servicio de internet para uso de las redes sociales. El gobierno provincial
apoyó la iniciativa que fue votada por unanimidad en la Cámara de Diputados, y
que ahora estaría siendo virtualmente vetada por el ministro Báez.
El minuto de gloria del diputado se fue diluyendo en el rechazo
unificado de la propuesta.
Hay esos días en que un gobernador, en vez de reprimir,
decide negociar y a regañadientes prefiere mostrarse flexible antes que
ruletear la muerte. Hay esos días en que los gremios salen a aguantar los trapos.
Hay esos días en que un ministro pone las cosas en su lugar y los argumentos se
desvanecen como la fantasía de una cañita voladora. Y uno respira aliviado...
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