viernes, 29 de noviembre de 2013

Contra el narcoboludeo

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Estoy completamente de acuerdo, hay que combatir el narcotráfico con energía. He ahí una de las cabezas de la Hidra. Trata de personas y narcotráfico son comercios que se realizan a través de las mismas rutas; en las que hay que armar un piquete eterno. Estoy incluso de acuerdo con países que han tomado decisiones mucho más drásticas que derribar aviones para ese combate, como Uruguay y Bolivia.

En ese sentido, el combate al narcomenudeo, como respuesta a la presión opositora antinarco, equivoca el camino o, mejor dicho, pretende recorrerlo a la inversa. No hace falta ser hachero para saber que cortándole sus ramas no se derriba un árbol. Los kiosquitos de venta de doroga!, a esto se refieren con narcomenudeo, no dejarán de proliferar. Porqué lo harían siendo el negocio tan rentable? Lo que sí provoca el combate contra el narcomenudeo es una nueva tragedia social, que por su marginalidad no es tenida en cuenta. Amén que roza groseramente el castigo a los consumidores, que en este caso no tiene el mismo alcance y sentido que el castigo a los consumidores de prostitución proveniente de la trata, por ejemplo. Está en las antípodas del proyecto presentado por Aníbal Fernández, cuando lo narco no estaba de moda.
Entonces, la medida no tendría mayores efectos en cuando al pretendido combate al narcotráfico. Caeríamos en el mismo ridículo que De Narváez cazando pajaritos al vuelo, creyendo que con eso se extinguirán las aves.
Los kiosquitos, en una buena parte, son sostenidos por familias que alimentan a sus hijos, viven, de esa actividad. En esos arrabales de la justicia social, son las mujeres, muchas veces, quienes realizan la actividad. El discurso satánico al estilo Eduardo Feinman, en torno a las drogas y su consumo, nos impide ver una realidad mucho más cotidiana y naturalizada. Yendo al caso, los muchísimos pibes de clase media y alta que consumen algún tipo de droga ilegal, jamás podrían conseguirla si los puntos de venta estuviesen emplazados en el fondo del mismismo infierno. En su gran mayoría los consumidores no son delincuentes sedientos de sangre, son personas con problemas de ansiedad o de otra índole, pero en lo demás, gente que estudia, trabaja y vive como lo hace quien toma ansiolíticos o antidepresivos recetados, es fumador, bebedor, jugador, coleccionista de estampillas o párroco de una iglesia.
La detención con bombos y platillos de personas con doroga! fraccionada para la venta es una linda foto para mantener al obispo tranquilo, pero una terrible tragedia familiar. El sostén de la familia encarcelado, por mucho tiempo sin juicio ni sentencia firme, los niños en las tumbas del Consejo del Menor. En fin, unas cuantas vidas arruinadas. La mayor causa de reclusión de mujeres en el penal de Paraná, es justamente, venta de estupefacientes. Indagar en los porqués de la decisión de llevar una actividad tan riesgosa nos pone ante el abismo de la doble criminalización de la pobreza. Los narcos? Bien, gracias.
Otro de los riesgos del narcoboludeo es la penetración extranjera con objetivos desestabilizadores de gobiernos populares. Estoy hablando de Bolivia y la digna decisión del presidente Evo Morales de suspender las actividades de la DEA, el departamento antidrogas de Estados Unidos, bajo la acusación de haber instigado y financiado el intento de golpe de Estado en su contra, en septiembre de 2008. Y también de Colombia, con décadas de militarización y pérdida de libertades y derechos para su pueblo, provocados por la guerra contra el narcotráfico iniciada en la década del `80 que en 2004 demostró su absoluto fracaso al reconocer el propio Estados Unidos que ese país sigue siendo el principal procesador y distribuidor de cocaína a nivel mundial. De más está decir que durante esos años, Colombia, tuvo siempre gobiernos derechistas, aliados a Washington, que desarrollan políticas del más descarnado liberalismo, y en el contexto de avance de gobiernos populares en la región, es visto como una amenaza.  
Los programas de ayuda para la lucha contra el narcotráfico suelen ser una farsa, pero peor aún, una forma de financiar y asistir con apoyo logístico a grupos nacionales que tienen intenciones de derrocar a gobiernos democráticos considerados un escollo para Washington.

En un mundo felíz, habría soma al alcance de la mano, diría Aldous Husxley, quien nos estaba describiendo esta sociedad deprimente, angustiante, y tan falta de felicidad, en el mismo momento en que se estaba creando.  

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