miércoles, 13 de noviembre de 2013

Un saludo fraternal a los militantes de la agrupación Pechofrío



Me molestan, a pesar de que paso horas y horas en la red, las identidades espectrales, los botones que hacen acusaciones morales, los que creen que las personas se clasifican y califican por colores, por lo que usan, por lo que consumen. Me molesta que se escondan aduciendo pelotudos temores. Me sorprende que de repente, en Entre Ríos, Joaquín y yo seamos más puteados que Lucas Carrasco, como sucede en los comentarios de esta nota.


Hay quienes creen que la militancia nació con ellos, que vienen a refundar la historia que no conocen, porque leer, pensar, reflexionar, cuesta trabajo. Entonces las consignas son un leit motiv que tranquiliza, como un mantra, se repiten y listo, conjuran los peligros, abren los caminos. Son tibios, moderados, creen que el movimiento nacional y popular nació cuando murió Néstor.
Practican la policía del pensamiento con pobres armas, con la declaración de Derechos Humanos bajo el brazo y cascotean desde la sombra.
Che, vos no te habrás vuelto opositor, te preguntan y la verdad que dan ganas de responderle y vos no te habrás vuelto un pelotudo?
A los militantes de la agrupación Pechofrío, les cuento que siempre fui opositor. Me opuse a todos los que me querían convencer de que soy un inútil, un débil, un tonto. Me opuse a los que querían que encaje, que cuadre, que me discipline, que respete horarios ivenstiduras y protocolos. Me opuse a seguir el oficio de peón de albañil de mi viejo. Me opuse a los que creían que un peroncho miserable no podía ir a la facultad. Me opuse a Montiel, a De la Rúa, a Menem. Me opuse y me opongo a los violentos que gritan y pegan para tener la razón. Y a pesar de ser oficialista, sigo siendo un asqueroso y detestable opositor de las buenas maneras, de la violencia naturalizada, del machismo, de la historia oficial. Pero fundamentalmente me opongo a los que creen que la guerra de la política es más importante que los amigos, que el amor, que los que nos ayudaron alguna vez porque veían que teníamos todo para perder.

Sí señores militantes pechofrío, comentaristas de páginas digitales, me opongo radicalmente a perder el corazón.

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