La sociedad, la familia, ya no es la misma, desde hace un
tiempo. Entonces había que construir una nueva mirada en torno a la maternidad,
emancipada de la mirada del hombre, y esas nuevas significaciones son las que
se cuelan, como siempre, por entre las grietas de lo viejo y anquilosado. Una
nueva mirada, traiciona, porque crea nuevos imaginarios, ofende e interpela,
porque es nueva y creativa. Para crear lo nuevo siempre es necesario
traicionar. A los viejos consejos de madre, a las normas presentes y pasadas, a
los mandatos sociales.
Desde hace un tiempo, con Vero como guía, trato de acercarme a ese mundo
nuevo que es la maternidad según las madres, buceando en ese mar de voces que
son los blogs y donde Estaqueteparió, Angulita y Remalamadre, surgen con mayor nitidez, bah, son las que más leo. Leo y me
avergüenzo.
Son antimadres, no porque estén en contra de la maternidad,
si no porque palabra a palabra van demoliendo ese afelpado imaginario color
rosa pedorro que muchos tenemos de la maternidad. Son madres, y qué madres. Hay
allí un dispositivo político que subyace en los relatos, que motiva el complejo
arte de escribir y que es la conciencia de las diferencias de género que las
mujeres han tenido la valentía de poner sobre la mesa. A un duro y terrible
costo, el asesinato, la violencia real y simbólica, lo que me avergüenza de mi
condición de hombre, en la que estamos tan inmersos.
La mala educación de nuestros mayores, nos enseñó a ser
hombres, machos, machistas, no a ser padres, pareja. De ahí cierta carencia
afectiva, de esa carencia afectiva la violencia como respuesta.
Intuitivamente, siempre me molestó esa postura de supermachoscojedorestodosmentirosos
de mis amigos, esa violencia intrínseca en las relaciones entre varones, esa
constante y casi homosexual autoafirmación de la masculinidad. No creo que el
machismo sea solo otra manera de pensar, de ver las cosas, considero que el
machista es un ser que aún no ha evolucionado de manera acorde a su tiempo, y
mucho menos a la par de la mujer.
De instrumento de dios para ejecución de su obra creadora,
la mujer pasó a ser creadora, a trabajar a la par del hombre, aunque cobre
menos, aunque no a criar a los hijos a la par del hombre, que siempre es
incompleto en esa materia.
Hay cierta acción contrahegemónica en el acto de escribir la
maternidad bajo la mirada femenina. El poder que se ha ejercido siempre sobre
los cuerpos, se enfocó enérgicamente sobre la maternidad y a medida que la
mujer fue reconquistando ese espacio político y cultural, fue haciendo saltar
los moldes hegemónicos de la madre dedicada a la crianza de los hijos y la
atención del marido. Esa madre que nos transmitían las revistas del grupo clarín
y Maru Botana, simplemente no existe, y no existe porque dios ha muerto. Porque
la mujer se va readueñando de su cuerpo y con eso lo transforma todo, ya la
familia no es necesaria para la continuidad de la especie –nunca lo fue– y a
partir de la Ley de Fertilización Asistida, el acto sexual tampoco será
necesario. El hombre así, es abandonado a su necesidad de resignificarse y
demostrar que es realmente útil para la humanidad, no sólo por ser portador de
espermas o por aún ejercer el monopolio de la violencia.
Si dios ha muerto, esta es una tierra de dioses, donde la
batalla que se da, no se basa en la tradición, las costumbres, la moral, si no
en cuales son los poderes de cada uno. Mientras existan espacios de poder
colonizados por el machismo, el hombre se mantendrá a resguardo, pero no por
mucho tiempo. La bendición será que con el avance de la mujer en el
reconocimiento de sus diferencias de género, con la femeinización de todo,
también los hombres comencemos a encontrarnos con nuestra parte femenina, y yo
muchachos, viejos amigos de chotas manoseos y conversaciones misóginas, en esta
estoy con ellas.
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