“Lo bueno de que haya jóvenes en las listas a diputados es
que eso nos va a garantizar que se van a discutir las leyes de aborto seguro,
legalización de la marihuana y avanzar hacia el Estado Laico”, dice Vero
Curvale en un tuit y, a riesgo de quedar como un pollerudo, digo que tiene razón.
Porque si algo le puede aportar a nuestra política un número importante de
candidatos jóvenes es precisamente su juventud.
La integración a la lista de diputados de Carolina Gaillard
y Jorge Barreto,
menores de cuarenta, con chances firmes de ingresar a la Cámara
de Diputados de la Nación, más la de Lautaro Gervasoni, en un espacio más
testimonial, pero como un gesto de gran relevancia, hizo que la actitud del
Pato sea leída como una ratificación de su intención de incluir a los jóvenes de
la provincia en espacios de relevancia política, tanto provincial como nacional.
Es de destacar que en el resto de los partidos, los jóvenes no saldrán de los
lugares marginales en las listas.
Esto es muy bueno, en tanto y en cuanto, los jóvenes lleven
su juventud allí donde vayan. Entendemos que la juventud está más cerca de la
esperanza, de la pasión, del arrojo y las acciones desinteresadas, dicho esto
de manera genérica. Además, estos jóvenes tienen un plus, ven más claramente
los límites de nuestra democracia. Para una persona de alrededor de cincuenta
años, que nació o fue educada y creció en dictadura, la democracia es todo
bondad, para decirlo de alguna manera. Más precisamente, los aspectos positivos
de la democracia, le diluyen los límites que esta pueda presentar a la hora de
profundizar el proyecto. Para los más jóvenes, la democracia es un piso, que
conoce aún en sus aspectos más complejos.
Pero aún más, son los jóvenes los que pueden romper más fácilmente
con los esquemas de la dominación tradicional, como pueden ser la prohibición
de consumir marihuana, de abortar, por nombrar los mencionados, sustentados
ellos en la autoridad que le otorgan las sociedades a las prácticas repetidas
durante mucho tiempo. Las tradiciones, para los más grandes revisten un cariz
de santidad, por lo tanto, cuestionarlas requiere la pesada labor de
cuestionarse a sí mismos, cosa que los jóvenes pueden realizar más
livianamente. Lo mismo sucede con el carácter católico del Estado, que se sustenta,
como el mismo poder de la Iglesia, en la simple e irrazonada tradición.
Pero en el aspecto más racional del Estado, es decir, la
burocracia, los jóvenes también pueden
aportar lo suyo: su impulsividad y afectividad, es la que les permite ver la
frialdad y deshumanización del necesario aparato burocrático. Y pueden
plantarse que la burocracia es una herramienta de la que hay que servirse,
diferente a la conciencia que puede tener un empleado de carrera para el cual,
el trámite administrativo, sostiene el mundo. Sin reventar los esquemas de esa
organización, los jóvenes pueden tener una mirada más flexible, política,
digamos, respecto a la burocracia y sus limitaciones.
Entonces es de festejar la incorporación de menores de
cuarenta años a cargos legislativos, siempre y cuando, estos sigan siendo jóvenes.
Por ejemplo, el PRO o el PPR, podría tener los jóvenes que quiera en sus
listas, si hubiere voluntad política, pero los acotados márgenes ideológicos en
que suele moverse la derecha, haría que el aspecto más juvenil de los jóvenes se
vea atenuado rápidamente. Lo mismo sucede con un profesional egresado de la UCA,
su comprensión epistemológica es más acotada debido a preconceptos de carácter moral
religioso, los cuales ponen límites a la racionalidad y a la imprescindible
empatía con el otro que no católico.
Entonces, la juventud, su incorporación a la política es de
gran relevancia en tanto y en cuanto, siga siendo joven y no termine
anquilosada por viejas mañas, nuevos privilegios y por la fuerza conservadora
que sostiene el poder. Siempre y cuando, como decía Vero, tenga la valentía y
rebeldía necesaria para darle nueva energía a debates imprescindibles como la
legalización del aborto y del consumo de marihuana, la lucha contra el
feminicidio, la democratización de la justicia y la separación de la iglesia
del Estado, entre tantos otros.
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