Me ha sucedido, desde que curso el profesorado en historia
en la UADER, además de ser puteado en reiteradas oportunidades por peroncho
oficialista patrioterista populista chauvinista, como me dijera alguna vez su
santi Gustavo Lambruschini en el Coliseo de la facultad de comunicación social,
presenciar la siguiente escena: ¿Porque decidiste cursar una carrera docente? Pregunta
el profe al tímido ingresante.
Porque es una salida laboral y un título universitario,
responde, casi invariablemente el/la estudiante. Uno espera ansioso la
respuesta iluminada del docente pintado con los colores de la lucha contra toda
autoridad y a favor de la igualdad internacionalista, un memorable discurso
capaz de partir en dos la historia y marcar un nuevo rumbo hacia el socialismo,
con las banderas de Paulo Freyre, Carlos Marx, Miguelito Baukunim ondeando al
sol o no. Pero no, la pedestre respuesta del docente suele ser: es una profesión
mal paga, se cobra poco, se trabaja mucho. Ni una sola mención a la vocación,
al carácter revolucionario de la educación, a la libertad que el conocimiento
acarrea. Todas esas banderas quedan en la puerta del claustro, al otro día de
lo que el viento se llevó.
Y el gobierno provincial acaba de hacer una oferta a los
docentes en lucha que, uno espera, dará comienzo a la lucha verdadera. La propuesta
del gobierno provincial, lleno de delincuentes y obras virtuales, según los cánticos
de ayer nomás, no consiste en decretar la patria liberada, ni siquiera la
reforma agraria. 5 mil de salario mínimo a partir de agosto, muchísimo más de
lo que cualquier laburante que recién ingresa a un empleo legal puede aspirar a
llevarse al bolsillo, y la posibilidad de reabrir la negociación en el segundo
semestre de este año. Algo así como el 34% de incremento salarial, que equipara
los sueldos de los docentes entrerrianos con los boenaerenses y supera la media
nacional. Una gran conquista para los trabajadores, aún para los que se
encuentran con licencia, que incluye no descontar los días de paro que
coartaban el derecho a huelga.
Durante el conflicto, los docentes, con los tapones de punta
apretaron a fondo el acelerador, truncaron la posibilidad de los gurises de
comenzar las clases nuevamente en tiempo y forma y llovieron las denuncias de
cloacas desbordadas, condiciones inhumanas para dar clases, aulas que se
llueven, barrios inseguros, falta de materiales, ausencia de bancos; y todo
ello ponía en duda la pertinencia de las aspiraciones presidenciales de Sergio
Urribarri. De hecho, si los apurabas un poco, ponía al desnudo la falacia de la
política de DDHH del gobierno nacional y marcaba claramente el fin de ciclo
kirchnerista.
Ahora, con el terreno desbrozado de las dudas que genera una
cuestión salarial de por medio, se espera que la lucha de los docentes
radicalizados que encabeza el gremio de Paraná, recrudezca sus acciones para ir
por lo muchísimo que falta.
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