La vedette rutilante en este escenario de relatividad casi
absoluta que roza el vale todo en los medios son las encuestas insertas en páginas
web. Es un programita que se carga en un sector de la página, los lectores
votan con un clic, y así se deducen intenciones de votos, humores del público,
consultas populares sobre temas variados. Una truchada total.
Una encuesta seria, más allá sobre su discusión de si miden
o no la realidad, se basa en cierta complejidad de la muestra primero. Ha de
tenerse en cuenta la segmentación por edades, género, ingresos, espacio geográfico,
filiaciones religiosas, ideológicas, etc. esas son las que realizan consultoras
que invierten importantes sumas de dinero en el relevamiento. El otro paso es
el procesamiento y análisis de esos datos, de los cuales se desprenden
conclusiones nunca determinantes. Un proceso complejo en cuya elaboración y análisis,
concurren profesionales, generalmente sociólogos. Todo ello borrado de un
plumazo, o mejor dicho, con un clik, por las encuestas de las páginas web.
Algunas consideraciones. Una página web medirá la intención
de votos de sus lectores y no de la sociedad. No se sabe cual es la base, la
cantidad de cliks que se requieren para transformar votos en un punto
porcentual de la encuesta. Eso depende de un calculo interno del programa que
desconoce cual es su conglomerado, no lo puede saber de antemano, salvo que se
le suministre un promedio de lectores de esa página para establecer la base de
medición. En ese caso poco importa cual sea el resultado de la encuesta. Y los
encuestadores web, con cero costos, te cuelgan una intención de votos que no se
sabe bien de qué está compuesta. Eso da lugar a situaciones chistosas, en algunos
casos, ridículas en otros.
Hace poco, la página local lavoz901.com.ar midió candidatos
a intendentes del peronismo en la ciudad de Paraná. En ese caso se publicaba el
número de votantes, que resultó ser de 45 mil personas. Más o menos los que
votan en la ciudad en una elección general para cargos ejecutivos. Pero este no
es el dato más curioso, para decirlo de algún modo. En la encuesta se medía
entre el resto al dueño de la página y de la radio de la que a su vez se
alimenta la página, que tiene intenciones de ser candidato a intendente. Claro que
el dueño de la pelota ganó por una exagerada ventaja, podría haber sido elegido
campeón mundial de ajedrez, lo mismo da. El dueño de la página competía contra
ex intendentes y figuras de primera línea de la política local…
En otra página, informedigital.como.ar buscando cierto
efecto de verosimilitud, fundamental en cualquier relato que pretenda aunque más
no sea de manera tangencial cierto contacto con la realidad, se agregan los datos
porcentuales, infaltables en las encuestas serias, del segmento de los no sabe/no contesta. Paradójicamente, ese agregado, rompe con la verosimilitud del
programa de computación, ya que es poco serio considerar que un lector,
teniendo a la vista los candidatos que se están midiendo, realiza el proceso de
ingresar a la votación, verificar su votación, solo para poner que no sabe y no
contesta. Ese segmento en la encuestas realizadas por encuestadoras, está
destinado a las que se hacen puerta a puerta, y se incluye allí a los que
habiendo sido visitados, se niegan a participar en la encuesta. En el caso de
la página mencionada, la negación de participar en la encuesta no podría ser
registrada, ya que el que no quiere votar, simplemente no vota.
Por último, está aún colgada, una encuesta en
paginapolitica.como.ar donde, por empezar, si se suman los datos porcentuales
de los candidatos que se mide, da 101 0 102, o sea… En el momento en que fue
subida esa encuesta, digamos el programita de computación, algunos candidatos aventajaban considerablemente a otros. Le consulté a un amigo, experto en informática
y docente de la UADER, si era posible manipular esas encuestas. La respuesta
contundente fue: si. Y me decía que es probable también subir la encuesta ya
cargada, esto quiere decir, con votos ya computados. Y agregaba, si eso es así,
te vas a dar cuenta porque en algún momento el equilibrio de los datos se va a
romper, va a comenzar a dar un número superior al 100%, lo cual es un error del
sistema al comenzar a operar con datos ya cargados. Pocas horas más tarde eso
sucedió, la suma de los porcentajes daba 102% a las 22:00, en estos momentos
eso fue subsanado de alguna manera por el programador aunque no de manera
eficiente, da 101%.
Desde luego que nadie considera con seriedad estas
encuestas, ningún dirigente que piense seriamente en competir en alguna elección
puede tomar en serio los resultados de estas encuestas que buscan generar
cierto efecto en la opinión pública. El único perjuicio que estas movidas
implican es que habrá quienes tengan que soportar ver sus nombres durante una
semana abajo en la tabla, sin haber manifestado siquiera su intención de
participar en la encuesta, sólo por la única razón de no haber querido aportar
al fortalecimiento del ejercicio independiente del periodismo de los periodistas del medio en
cuestión o vaya a saber porqué caprichosas razones de la lógica binaria.
Es un hecho que la profesionalidad del periodismo se fue al
pasto hace un tiempo. Por un lado, internet ha democratizado la circulación de
la información, pero también la ha relativizado en el sentido de su anclaje en
la realidad. Es dialéctica existente entre la realidad y el relato, está hoy más
vigente que nunca. Abunda el periodismo de escritorio, el corte y pegue, los análisis
de taquito, las investigaciones son escasas, paradójicamente cuando la
información es de fácil acceso. Los canales alternativos a los tradicionales
comienzan a acercarse cada vez más al centro.
Aquello que algunos veíamos sólo en la facultad a partir de
materias específicas como la Semiótica y el Análisis del Discurso, hoy son una
herramienta cotidiana de muchos lectores no necesariamente expertos. El lector
modelo hoy, es aquel que, antes de abrir el diario, ya cuenta con el dato de
que el mensaje contenido en sus páginas depende del paratexto ideológico y de
la trama de intereses económicos en que se inscribe ese medio.
El compromiso con la información se relaja en las oficinas
de redacción. Como quien es descubierto en su identidad durante una fiesta de
disfraces, ve que la magia de la máscara se desvanece, pero a la vez se siente
más cómodo, ya no tiene que hacer grandes esfuerzos para ocultar su identidad. Entra
en el ámbito de otro juego, ese donde hace como nadie se dio cuenta de quién es
el que está detrás de la mascara y donde todos hacen como que no se dan cuenta.
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